Tratando de instalar un ventilador en un cielorraso que quedaba más allá de las fronteras de una escalera amarreta de escalones y de los límites de mi escasa estatura, pierdo el por demás precario equilibrio que las puntas de los pies me daban hasta ese momento y... ¡ZAS! ¡GÑACK! Me transformé en parte de una obra surrealista, mitad ventilador desarticulado, mitad cuerpo inanimado.
Luego de un instante de completa oscuridad, puedo ver desde un punto situado más arriba que aquel lejano cielo raso que ya no existe, la llegada de gente en busca de saciar la curiosidad generada por el ruido de la escalera al caer y golpear contra el piso.
Curioso 1: - ¡Uuuuyyyyy loco, que quilombo! ¡Se hizo percha la escalera!
Curioso 2: - Si, y mirá el ventilador… quedó como el orto.
Curioso 1: - ¿Quedó torcido no?
Curioso 2: - Sep.
Súbitamente soy succionado hacia arriba alejándome de manera vertiginosa de la habitación, de los curiosos, del ventilador... ¡Y de mi!
Tomo una velocidad increíble en dirección a una luz muy brillante, aunque no cegadora, intensa pero algo difusa a la vez, que al acercarme a tal punto de creer alcanzarla con la punta de los dedos pude comprobar que trataba de una Osram de bajo consumo, luz fría, 11W.
Me sobresalto al escuchar que una voz de tono muy grave y algo ronca me dice:
- ¡Tocás la lamparita y te corto lo dedo, te corto! ¡¿Cuchaste?!
- Perdóneme, es que todo esto me resulta tan extraño…- dirigiéndome a la oscuridad que estaba un poco hacia arriba y al costado de la lámpara, tratando de descubrir el rostro de esa voz.
- ¿Que pasa pibe? ¿Nunca viste una lamparita?
- Si, no es eso, es que yo… – atiné a decir abriendo los brazos y encogiendo los hombros como gesticulando una disculpa a la tiniebla detrás de la lámpara.
- ¡Pst! ¿Tonce? ¿Pa'qué mirá p'arriba?
Me percato que a mi derecha y sentado detrás de un vetusto escritorio lleno de papeles se encuentra un señor canoso, bastante desalineado, de cara regordeta y una enorme nariz, muy colorada.
- ¿San Pedro? – Atiné a preguntar entre ansioso y temeroso.
- No pibe. ¿No vé lo cuadro atrá? - señalando con el pulgar por encima del hombro.
Detrás de él, como colgados de una pared invisible, veo a la derecha, un cuadro con la imagen de un anciano de largos y ensortijados cabellos, abundante barba y rostro bondadoso. En el centro, justo por encima de la cabeza del señor canoso, un rayo color sangre y una antorcha centellante entrecruzados, como símbolos inequívocos del poder los cielos y la llama de la sabiduría, y a la izquierda, en un marco dorado, la imagen del General Perón en traje de gala.
- Soy el delegado de Luz y Fuerza celestial, y ante de'ntrá acá me tené que firmá los pelpa de la cuota solidaria. ¿Vite? Que vó te moriste en atividá, te moriste. ¿Tendé papá?
- Disculpe, pero creo que hay un malentendido, yo no me dedico a esto, solo le estaba haciendo una gauchada a un amigo y...
- ¿Só excluido de convenio vó, só? Tené que garpá igual. ¿Vite? ¡¿Só corbata vó, pibe? - Me preguntaba mientras tachaba cuadritos en un formulario enorme.
- No, mire, creo que no me entendió, no soy corbata, no pertenezco al gremio, solo me doy un poco de maña, y le estaba...
- ¡Ja! ¡Meno mal que te dá maña, pibe! Si instalá ventiladore así no se como no viniste ante, no viniste.
- Bueno, no importa, olvide todo, dígame donde firmo y como sigue esta peliculita que no hace ni cinco minutos que me metí en un quilombo y ya me estoy encontrando con alguien que me trae más quilombos.
No alcancé a tomar la reluciente birome BIC de cuerpo azul y capuchón blanco que me ofrecía junto con el formulario lleno de cuadritos ya tachados. Otra vez esa succión, pero ahora hacia abajo, me alejó rápidamente del celestial delegado.
Quedo suspendido esta vez sobre una habitación que no conozco. Una mujer de unos cuarentitantos mira la televisión sentada en un sofá.
Está sola.
Concentrada, concentradísima en un capítulo desenlace de Montecristo cuando suena el teléfono. Se sobresalta y putea en voz baja. Comienza la propaganda, resopla y atiende.
¡¿Hola?! ¿Si?... ¿Quién? - Veo que gesticula juntando los dedos de la mano libre y moviéndolos cerca de su boca, tres o cuatro veces, adelante y atrás.
¿Luis? No, no está.... (comienza Montecristo). Si, electrónica.... Si... Avellaneda.... No mire, estoy segura que le encantaría juntarse con Uds.- Se inclina acercándose al televisor. Se pierde una escena clave, mueve los labios... está puteando otra vez.
No, mire, Luis falleció... no se preocupe.... no.... (está desesperada, se pierde Montecristo, está subiendo la voz y se le mezclan los temas) ¡Se ahorcó! ¡Vio señor!... No, no hay problema... No, por favor...si gracias. ¡Adiós! - Y cuelga mientras putea otra vez, pero ahora en voz alta y agregando genitales, loras y demás expresiones del estilo.
-¡Luis soy yo! - Le gritaba desde arriba. ¡Hey! ¡¿Señora, me escucha?! ¡Preguntaban por mí! ¡No me ahorqué, fue un accidente!
Pero instantáneamente, regreso sobre la sala del ventilador. Los curiosos siguen ahí.
Curioso 1: ¿Será que van a dejar esto así?
Curioso 2: ¿A mi me preguntás?
Curioso 1: ¿Che, ya se podrá prender?
Curioso 2: No se, probemos.
Éste último se acerca al control instalado en la pared y gira la llave.
El shock eléctrico prácticamente no lo sentí. El golpe contra el piso fue tremendo. Abro los ojos y aún caen restos de ventilador. Ya no veo la sala desde arriba, desde más arriba que el cielo raso.
Curioso 2 se me acerca y exclama.
Curioso 2: ¡Buuueeeeníííííííísimo loco!
Curioso 1: ¿Tas bien chabón? ¡Estuvo espectacular! ¡Dale, hacelo de nuevo!
Curioso 2: ¡Si flaco! Fue como la reentrada del Challenger!
Curioso 1: El Challenger se hizo bosta en un lanzamiento.
Curioso 2: Bueno, el otro entonces, que se yo, igual se hizo pelota, como este flaco.
Me ayudan a incorporarme, me duele hasta el pelo. Trato de moverme para cerciorarme que las articulaciones funcionan. Nada roto, parece. Un chichón, un moretón en el brazo y la marca del cable que me sostuvo un instante del cuello cuando se cayó la escalera, que junto al ventilador, creo que fueron los que se llevaron la peor parte.
Un par de semanas después, y luego de varios e infructuosos intentos, logré comunicarme con un viejo amigo de la escuela secundaria. Grande fue mi sorpresa cuando me contó que un año atrás, cuando se ocupó de llamar para reunir a todos los muchachos y celebrar los 25 años de egresados, dio con el teléfono de un homónimo, su viuda le da la noticia de mi errónea defunción y todos al momento del brindis por el reencuentro, hicieron un minuto de silencio en mi honor.
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