viernes, 20 de mayo de 2011

El Dios del Trueno

Miércoles… tempranito.

Luego de poner en marcha el auto y a punto de abandonar el lugar donde estaba estacionado, escucho gritos y golpes en el techo para que pare. Sorprendido por el inusual suceso, sin poder identificar al autor, dada la cantidad de gente que en esos momentos pasaba por la vereda y temiendo ser víctima de algún acto delictivo en progreso, me quedé en el molde y luego de unos segundos volví a hacer el intento de salir. Esta vez un jetón con semblante de mal dormido, se inclina para que pueda verlo a través del parabrisas, golpeando ahora el capó y gritando "¡Pará! ¿¡No ves al perro!?”
Reconocí al sujeto asociándolo a eventuales paseos matinales de un can de raza inespecífica pero cuya apariencia de perro pelotudo siempre me llamó la atención. Me bajé temiendo haber atropellado al perro. Pero por suerte nada había ocurrido y el perro ni se había enterado porque seguía olfateando la calle dando vueltas frenéticamente y amagando de vez en cuando a concretar la deposición, pero fracasando creo yo, por falta de convicción.
Respondiendo entonces a la pregunta pendiente, le dije: "Disculpame, no lo vi, y la verdad que donde estaba no tenía forma de verlo tampoco", a lo que el sujeto retruca: "Si no podés ver, no manejes más, pedazo de boludo".
Quedé atónito por tan estúpida sentencia y demoré algunos segundos en descartar mentalmente alguna otra interpretación de lo que dijo, que yo no hubiese entendido. Habiéndome asegurado de que efectivamente me había dicho una estupidez, le pregunté: ¿Decime una cosa, vos que lo conocés, va a tardar mucho? Te pregunto porque si le lleva más tiempo que lo que yo tardo en subir al auto y volver a ponerlo en marcha, le resuelvo el problemita y lo hago cagar aunque no tenga ganas. Y si por ventura se te ocurriese golpear otra vez el auto, te ahorco con los intestinos del rope.
No se por qué ni para qué dije semejante cosa. Me encantan los perros y el jetón medía y pesaba el doble que yo, con lo que el despilfarro de sarcasmo y amenazas que acababa de volcar en mis últimas frases iba a transformarse en una escena de pugilato relámpago y exitosa para mi oponente.
Este señor no reaccionó inmediatamente, se quedó mirándome sorprendido, quizás porque no estaba preparado para amasijar a alguien con tan poco preámbulo. El perro también me miraba muy quieto, habiendo abandonado ya su intento de cagar frente a mi auto, tal vez por haber entendido y sentirse ofendido.
El jetón reacciona, como era previsible, con la consabida: "¿Que dijiste pelotudo?" dando el primer paso en dirección a mi persona en el preciso instante que comienza a sonar la alarma del auto, que al no arrancar y no cerrar la puerta se había activado.
El perro salió disparado por el julepe que se pegó lanzándose a correr desenfrenadamente por el medio de la calle. El jetón salió corriendo atrás del perro al grito de Thor!, Thor! Thooooorrrrr!!! Pero el dios del trueno cuadrúpedo ni pelota.
Varios autos lograron frenar o esquivarlo, pero un desafortunado ciclista que fue embestido por Thor, perdió el equilibrio y se dio el porrazo de su vida. Thor detiene su alocada huida para comenzar a morder y tratar de arrancar uno de los neumáticos de la bicicleta.
A todo esto yo ya había emprendido la marcha pero inevitablemente debía pasar junto a ellos cincuenta metros más adelante.
Cuando llego al lugar, el ciclista pateaba repetidamente y con fuerza iracunda uno de los flancos de Thor que enceguecido seguía intentando arrancar el neumático trasero de la bicicleta. El transito se detiene por el semáforo y quedo prácticamente al lado de la escena pero en la margen opuesta de la calle. El jetón estaba totalmente sacado. Puteaba al ciclista, al perro y a mi, señalándome y prometiéndome una muerte dolorosa, al grito de “Teviarreventá'jodemilputa!!!!”
Thor en el afán de evitar las patadas del ciclista pero sin soltar el neumático retrocede, haciendo girar la bicicleta que pivotea sobre el pedal que apoyaba en el suelo y logrando que el manubrio se enganchara entre la rueda y el guardabarros delantero derecho de un auto que pasaba por al lado del nefasto trío.
Ahora también grita el ciclista. Le grita al mundo que se caga en la concha de su madre, pero señalando con ambos brazos extendidos y las piernas medio flexionadas al conductor del auto que se ganó la instalación gratuita de un manubrio de bicicleta playera en el lado derecho de su tren delantero. Éste se baja del infortunado vehículo e imitando el gesto del ciclista pero señalando la rueda de su auto, también le grita al mundo que se caga en la concha de su madre, refiriéndose a la del ciclista.
Pierdo de vista a Thor. Si veo al ciclista que no cambió de gesto reclamante, solo que alternaba la dirección del mismo hacia donde yo suponía que estaba el perro, hacia el jetón y hacia el manubrio. El jetón se contagia del gesto pero sin flexionar las piernas dado a que debía señalarme por encima del techo del auto que se engancho en la bicicleta.
No pude quedarme a ver el desenlace ya que el semáforo abrió y tuve que avanzar. Rápidamente por suerte.
Pero estoy casi seguro que Thor esa mañana volvió a casa con sus necesidades básicas insatisfechas, el ciclista llegó tarde a donde iba, probablemente con la bicicleta al hombro, y el jetón se quedó muy caliente conmigo. Muestra de ello es el hermoso y profundo bollo que apareció en el capó de mi auto al día siguiente, pese a haber estacionado a algunas cuadras de distancia de donde lo hacía habitualmente.

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