¡Y al arbolito ni me lo nombren!
Ayer, comentando en un post de Homero, le dije que si llegaba a postear lo que escribo cuando se acercan éstas fechas, me expulsan del foro. Pero el propio Homero me alentó a que lo hiciera de todas formas, ya que los amigos iban a saber entender y en definitiva para eso estaban.
A modo de resumen, y asumiendo el riesgo de una expulsión deshonrosa, resta aclararles que las fiestas me predisponen mal. Tanto como el pan dulce.
(Para que dar vueltas con eufemismos: las fiestas y el pan dulce, por separado o en combo me emputecen mucho, lo siento.)
Pero respetando el espíritu de la sección Desvirtue y Relax, la idea no es contagiar mi mala onda, así que adapté para la ocasión un texto que escribí hace mucho y que comenzaba así:
"¡Arre Caballito!
Que vamos a Belén.
Qué mañana es fiesta
¡Y pasado también!
En fin, ahí va:
Dicen por ahí que los primeros cristianos no conmemoraban el nacimiento de Cristo. La razón es que en esa época, había mucha pica con las clases dominantes y a modo de protesta solo recordaban las fechas de cuando las personas fallecían, porque conmemorar los nacimientos era cosa de emperadores, romanos chetos o algún que otro garca de buen pasar con los que no se llevaban bien. Como consecuencia de todo esto la fecha precisa de la natividad no se le ocurrió anotarla a nadie.
Tal es así que renombrados estudiosos con mucho tiempo ocioso se pusieron a investigar la cronología de hechos sobre los que sí tenían registro y basados en la historia de contemporáneos, determinaron que Jesús el Cristo probablemente nació en el otoño boreal, pudiendo llegar a aventurar como fecha tentativa el 29 de septiembre del año 2 AC. Los expertos señalan además que la primera mención sobre el natalicio de Jesús aparece recién en el Calendario de Filócalo que data del año 354 DC. A Filócalo se le cantó que nació un viernes, más precisamente el viernes 25 de diciembre del año primero de la posteriormente denominada Era Cristiana.
Y chupate esa mandarina. Soy Filócalo y me la báncalo.
Tiempo después, allá por el 440, a los que cortaban el bacalao en la Iglesia de ese entonces les pareció pulenta oficializar el 25 de diciembre nomás, aprovechando que coincidía con el día de la Saturnalia, cercano al solsticio de invierno, muy en boga en el Imperio romano de entonces que había hecho propias muchas tradiciones paganas heredadas del sacerdocio babilónico. Es decir que en lenguaje vernáculo sería algo así como "Y... ya que estamos...la hagamos y de esto no se habla más". Por lo visto anduvo bárbaro porque 1571 años después seguimos con la misma. Bien por Filócalo.
Algo parecido le pasó a un tal Nicolás. El pibe era turco, nacido en Licia, en el seno de una familia de mucha guita. Pero el pobre quedó huérfano cuando era chiquito. Se cree que algún pariente gamba tenía porque con contención y mucho estudio pudo ordenarse como sacerdote y terminó siendo Obispo de Myra. (¡Mirá vos!). Cargo grosso como pocos en esa época.
Se cuenta que le gustaban mucho las criaturas y era re gamba con los necesitados. Tanto así que les pasaba monedas de canuto en las medias que esta gente ponía a secar, para que no supieran quien era el benefactor. Un capo muy grosso éste Nico. Murió el 6 de diciembre del 345. (¿Me siguen con eso de diciembre y los años, no?).
Cuando los muy sulmanes invadieron Turquía, unos tanos que paraban por ahí se cargaron el jonca, lo llevaron a Bari y lo empezaron a llamar San Nicola di Bari.
La historia pegó bien en Europa. Mejor al menos que las canciones de su homónimo Nicola Di Bari, el último romántico, mil seiscientos años después.
Varios países de Europa adecuaron su nombre al idioma local y ahí es donde empieza el rollo éste de los diferentes nombres que confunden a medio mundo. En Holanda tenían un santo patrono que respondía al nombre de Sinterklaas, y mientras estuvieron en la que luego se llamó New York (Primero New Amsterdam) medio que se le mezclaron los tantos, San Nicolás... Sinterklaas... Ma si, sé’gual.
Después los neoyorquinos que de holandés no cazaban una goma, lo asociaron con el alemán San Nikolaus o algo así, ya se me armó bardo con tanto nombre, y terminó Santa Claus.
Bah... terminó es una manera de decir.
De Norteamérica vuelve a Europa vía Inglaterra como Santa Claus, y los franceses la terminan de embarrar porque ya tenían uno parecido, al que conocían como el buen hombre de la navidad o simplemente Bonhomme Noël. Y al pasar al español como todo buen hombre es un buen padre, se transforma entonces en Papá Noel. Simple, no?
Tiempo después, como no pueden con su genio, estos pibes del norte se van completamente de mambo y le inventan casa en el Polo Norte junto con un batallón de enanos que le fabrican los juguetes bajo un régimen laboral que hoy llamaríamos trabajo esclavo. No conformes con eso también le crean un trineo tirado por renos, voladores todos, y con nombres medio difíciles de memorizar. Pero como sobre gustos solo se ha escrito el nombre de la heladería y hay gente que tiene afinidad con esto de memorizar formaciones, aunque sean de renos, aprovecho el viaje y aquí se los dejo: Dasher, Dancer, Prancer, Comet, Cupid, Donner, Blitzen, Vixen, Rudolph… Moreno, Pedernera, Labruna y Lousteau.
Y fieles a su estilo, como tampoco el espíritu corporativo se podía quedar afuera, Coca Cola se encarga de imponerle al resto del mundo la imagen del viejo obeso vestido de rojo, barbudo y de gorrito con pompón.
Así pues, si hay algo que caracteriza al espíritu navideño luego de dos milenios es esa tendencia a la simplificación que mete miedo, homogeneizando todo en la licuadora del tiempo. Ni el 29 de septiembre, ni el 6 de diciembre. Se hace todo el 25 de diciembre... ¡y nos dejamos de joder!
Para complicarla estamos nosotros con eso de "¿Donde la pasamos?", "Vos hacé el vitel toné que yo llevo el matambre”, o el clásico: "¡Felicidades... que la pasen lindo!" que se dirán al cruzarse en la calle un par de vecinos mientras cargan fuentes de importantes dimensiones perfectísimamente niveladas a la altura del pecho, excesiva e inútilmente envueltas ya que parte de su contenido se derramará inexorablemente, o que simplemente no evitará que se altere la prolija simetría con que fueron colocadas tal vez, rodajas de huevos duros, con la intención de embellecer la presentación de una ensalada rusa, plato que el vulgo quiso que provenga del país del cual San Nicolás, (a) Santa Claus, (a) Papá Noel, también es patrono.
¡Felicidades!
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